Cibercrimen sin fronteras: la economía criminal que ya supera a casi todo el mundo

La escena global del delito está cambiando de piel. Silencioso, invisible y cada vez más sofisticado, el cibercrimen ya no es solo una amenaza: es una potencia económica. En 2024, el impacto financiero de los ciberataques trepó a los 42 mil millones de dólares, ubicando a esta actividad ilegal como la tercera economía del mundo, detrás de Estados Unidos y China.
Cada 39 segundos ocurre un nuevo ataque. Y lo que antes era exclusivo de bancos, gobiernos o grandes corporaciones, hoy alcanza por igual a empresas medianas, profesionales autónomos y ciudadanos comunes. “Nadie está exento”, sentenció Gabriel Zurdo, CEO de BTR Consulting, en encuentros con empresarios de la construcción y dirigentes de empresas argentinas.
Del hampa digital al modelo corporativo
Lejos del estereotipo del hacker solitario, los grupos criminales de hoy actúan como verdaderas multinacionales del delito. Cuentan con departamentos técnicos, áreas de desarrollo, redes de comercialización de datos robados, e incluso manuales de operación para sus afiliados.
Grupos como Conti, LockBit o REvil ya no solo lanzan ataques: ofrecen servicios en la modalidad Ransomware-as-a-Service (RaaS), permitiendo que cualquier actor malicioso pueda alquilar herramientas para extorsionar o espiar.
“La industria del cibercrimen está más profesionalizada que nunca. Y en 2025, veremos alianzas entre grupos, intercambio de recursos técnicos y una expansión global que incluirá actores emergentes de África y Sudamérica”, anticipa Zurdo.
Inteligencia Artificial: del desarrollo al delito
Uno de los factores que multiplica el riesgo es el uso criminal de Inteligencia Artificial (IA). Las mafias digitales ya la utilizan para:
- Detectar fallas de seguridad antes de que sean reparadas,
- Crear deepfakes hiperrealistas para fraudes y extorsiones,
- Perfeccionar ataques de phishing personalizado con análisis de datos.
Hoy se conocen al menos 550 técnicas de estafa digital activas. Y el terreno legal, en la mayoría de los países, sigue corriendo desde atrás.
Justicia lenta, delito veloz
Uno de los aspectos más alarmantes es el grado de impunidad. Según cifras compartidas en las jornadas de BTR Consulting, solo el 25% de los ciberdelitos son denunciados. La mayoría de las víctimas teme no recibir respuestas, o duda de la capacidad de las fuerzas de seguridad y la justicia para actuar con eficacia.
Mientras tanto, mil millones de credenciales (usuarios y contraseñas) fueron robadas solo en 2024, y en regiones como el AMBA, se roban 10 mil celulares por día, no ya por el dispositivo, sino por los datos y accesos que contienen.
Empresas en alerta: la ciberseguridad como política de Estado
Un dato esperanzador es que el 75% de las empresas del AMBA ya estableció un área formal de ciberseguridad. “Lo que antes era una línea dentro del departamento de sistemas, hoy necesita presupuesto, jerarquía y estrategia propia”, subrayó Zurdo en la charla “Ciberseguridad en la construcción: protegiendo el futuro de la industria”, organizada por CAMARCO.
El diagnóstico es claro: invertir en prevención hoy, es evitar pérdidas millonarias mañana.
La amenaza más global del siglo XXI
El phishing, el malware, el ransomware y los ataques de denegación de servicio (DDoS) ya son parte del vocabulario cotidiano de cualquier empresa. Pero lo más preocupante es que los ciberdelitos no conocen fronteras: las víctimas, los atacantes y las plataformas pueden estar en tres continentes distintos, haciendo casi imposible seguir el rastro judicial.
Las organizaciones criminales se adaptan, se actualizan y colaboran entre sí con una eficiencia que supera, muchas veces, la capacidad de respuesta de los Estados.
Conciencia: el mejor antivirus
En este panorama desafiante, Zurdo remarcó una idea central: “La mejor medida de seguridad es la conciencia. Si no entendemos el riesgo, no podemos defendernos. La tecnología es parte de nuestra vida, pero también de la estrategia delictiva. Estar informados es estar protegidos”.
La economía del cibercrimen ya superó todas las alarmas. La respuesta, necesariamente, tendrá que ser colectiva, inteligente y urgente. Porque el crimen digital no duerme. Y ya no se esconde.