Trump, Milei y Bolsonaro: síntomas de un capitalismo desbordado

El profesor de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), Andrés Ferrari Haines, sostuvo que el llamado “capitalismo sin regulación” no es compatible con la democracia”. En una entrevista en el programa Tendencias (Ecomedios AM 1220, que conduce Pablo Galeano, Ferrari Haines analizó avance del neoliberalismo, el rol del Estado, las tensiones sociales en América Latina y el vínculo entre economía y democracia.
Además, consideró que “Trump no es un accidente, es el resultado de décadas de desigualdad, frustración y fragmentación social” y señaló que “discursos como el de Milei atacan al capitalismo que derrotó al socialismo real: el que ofrecía bienestar, derechos y educación.”
Pablo Galeano: Empecemos con una mirada estructural. ¿Qué cambios trajo el neoliberalismo en América Latina y en el mundo?
Andrés Ferrari Haines: Lo que llamamos “neoliberalismo” es una nueva fase del capitalismo que emerge con fuerza a partir de los años 70. Es una estrategia de los grandes millonarios para usar el estado para aumentar ferozmente sus ganancias. No es solo una cuestión de ideas, sino un cambio en la forma de organización económica, política y social.
En América Latina, como en otras partes, esto se tradujo en reformas estructurales, privatizaciones, apertura comercial, desregulación financiera. Pero, sobre todo, significó una transformación del rol del Estado: se redujo fuertemente su acción con fines de mejorar los niveles de vida de la mayoría de la población, para intervenir creando mecanismos que garanticen la rentabilidad del capital.
PG: Se suele decir que el neoliberalismo quiere un “Estado mínimo”. ¿Coincidís con esa idea?
AFH: No. Es un error común pensar que el neoliberalismo elimina al Estado. En realidad, lo transforma: lo pone al servicio de otros fines. Ya no es un Estado que regula, redistribuye o protege, en beneficio del conjunto de la sociedad, para hacerlo garantizando lucros extraordinarios, disciplina social y orden. En Estados Unidos, por ejemplo, mientras se reducían los presupuestos en salud y educación, aumentaban los recursos para represión, cárceles y vigilancia.
PG ¿Qué consecuencias tiene esto en términos de convivencia democrática?
AFH: El capitalismo neoliberal produce desigualdad, frustración, pérdida de horizontes. Y cuando eso ocurre, se erosiona la legitimidad democrática. Un capitalismo así regulado, sin contrapesos, no es compatible con una democracia, salvo quizás una meramente formal. Porque la democracia exige que todos participemos en condiciones mínimamente igualitarias. Si el poder económico concentra medios, financia candidatos y compra instituciones, entonces la democracia se vacía de contenido.
PG: ¿Es eso lo que explica fenómenos como Trump en Estados Unidos o Bolsonaro en Brasil?
AFH: En parte, sí. Son respuestas autoritarias a un malestar social profundo. No son accidentes. En el caso de Trump, hace 40 años que Estados Unidos viene acumulando tensiones: precarización laboral, endeudamiento, desigualdad, desinversión pública. Todo eso fue generando una sociedad más individualista, más temerosa, más fragmentada. Trump aparece como síntoma de esa crisis, pero también como un producto del sistema. En ambos sentidos, porque, por un lado, expresa la angustia de gran parte de la población, pero por otro, es un multimillonario que creo un gobierno de plutócratas.
PG: ¿Y cómo ves este proceso en América Latina? ¿Hay similitudes con lo que pasa en Argentina?
AFH: En Argentina hay una discusión muy interesante. El discurso de Milei que denuncia el “capitalismo zurdo” en realidad lo que ataca es al capitalismo con políticas sociales, con derechos laborales, asumiendo el Estado la función de proporcionar educación, transporte y salud a la población. Es decir, al capitalismo que derrotó al socialismo real en Europa del Este. Ese “capitalismo zurdo” fue exitoso contra la Unión Soviética porque ofrecía bienestar, inclusión, educación. Lo que Milei propone es volver a un capitalismo sin límites para los ricos, más parecido al siglo XIX, a partir de controlar el Estado. Esa es la única ‘libertad’ de la que hablan los libertarios y neoliberales.
PG: Ante tanta desigualdad y pérdida de derechos, ¿esperás algún tipo de estallido social?
AFH Eso no se puede predecir desde la economía. Las condiciones materiales pueden estar, pero lo que detona un estallido es la decisión colectiva de decir “basta”. En 2001 en Argentina nadie lo vio venir, aunque los indicadores ya estaban mal desde mucho antes. Lo mismo en otros países. La protesta social no responde solo a datos, sino a subjetividades, a una acumulación de frustraciones.
PG: ¿Y por qué en otros países con situaciones similares no hay estallidos? Pienso en Perú, por ejemplo.
AFH: Porque la economía no lo explica todo. Hay sociedades más fragmentadas, con menos redes de solidaridad, con menos experiencia organizativa. Y además está el poder económico: la concentración de riqueza permite comprar medios, influenciar elecciones, neutralizar la protesta. Por eso los paros, las marchas, las tomas, siguen siendo herramientas claves. Porque son formas de hacer oír la voz de quienes no tienen poder económico.