Los primeros veinte días del siglo XXI

Por Alejo Ríos*
Eric Hobsbawm, historiador brtitánico de orígen judio y de afiliación comunista. Uno de sus grandes aportes fue identificar el final del siglo XX en 1989 con la desaparición de la URSS y el orden mundial que originó la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad, desde hace 20 días, el Siglo XXI experimenta en el viejo continente una reconfiguración geopolítica y geoestratégica sin precedentes desde hace 30 años.
“[L]a violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva…”, esta frase, que empuñaba Karl Marx como método para ejemplificar la transición de la sociedad feudal al capitalismo, es la que mejor puede explicar el proceso de cambio que ha generado la guerra de conquista de Putin en Ucrania. Sus efectos empiezan a estar a la vista. Logró que titubeara el equilibrio aparentemente estable que nació con la caída del Muro de Berlín y sus diagnósticos de triunfo del inicio de un tiempo mejor. Es la antesala de un llamado a cerrar esa etapa de la historia.
El diagnóstico contemporáneo, de los libros de historia, quedó obsoleto. El tiempo puso las cosas en otro lugar. Ya no es la Rusia post-soviética de principios de los 90´. La débil y hundida, sin países satélites en su entorno y con su carrera armamentística y nuclear neutralizada tras los acuerdos de 1987 entre Gorbachov y Reagan. El accionar bélico de esta nueva Rusia conmocionó y sorprendió a cada sujeto político. Hoy la Unión Europea dejó su lógica fundacional de Europa como pacífico balneario, y brinda millones de euros en ayuda militar para la defensa de Ucrania. Un país que no pertenece a su organización pero que es visto y considerado como la última frontera con el agresor.
Nadie sabe cuál es la pretensión final de Moscú. Lo que viene siendo la destrucción discrecional de las ciudades ucranianas, el asedio a la capital, el control de la zona del Donbás tras la anexión de Crimea en 2014 ponen en cuestión no sólo las fronteras de la Europa nacida tras la implosión soviética de 1989. Ponen en cuestión también, tanto la capacidad europea para mantener la paz, como el papel que adoptarán las dos potencias mundiales en liza para el futuro, Estados Unidos y China. La ambivalencia lacónica de los mensajes de Pekín no debe distraer de sus intenciones: aspira a ganar una guerra en la que no ha participado hasta ahora, aunque puede intervenir en el desenlace como mediador en la paz. Hay razones inmediatas de proximidad al presidente ruso y una hostilidad compartida por la democracia pluralista, el Estado de derecho y el orden internacional liberal.
Por su parte los Estados Unidos actúan de forma conjunta con Europa, pero las consecuencias de la guerra no son comparables a ambos lados del Atlántico, ni por proximidad geográfica, ni por dependencia, ni relación histórica con Rusia. Si Rusia logra o no llevar hasta el final la conquista de Ucrania, el futuro seguirá siendo una incógnita amenazante y habrá empezado una nueva era como suelen empezar: con una guerra que cambia el orden del mundo y vuelve a instalar la conciencia de la polaridad militarizada en la ciudadanía europea.
Europa no va a poder vivir los “happy twenties” del siglo XXI ya que recién ha iniciado este siglo.
*Dirigente de la Juventud Radical CABA