Ética de la responsabilidad o caos

Por Pedro Calvo*
Transcurrían las últimas horas de la dictadura militar en los ’70 y comenzaban a ver los argentinos un horizonte de esperanza simbolizado en el abrazo de Perón y Balbín que definía un camino de Unión Nacional. Sintetizaba Balbín: «el que gana gobierno, y el que pierde ayuda». Era una Argentina que crecía, desde los gobiernos de Frondizi e Illia, por arriba del promedio mundial. Analizando la desigualdad social en 1974, tomando los datos de la Encuesta Permanente de Hogares, la diferencia entre el 10 % más rico de la Argentina y el 10 % más pobre era de nueve veces. Muere Perón, se produce un vacío de poder, y se agudizan los enfrentamientos dentro del peronismo. Deja una huella profunda el Rodrigazo, primer “concubinato” entre el Partido Justicialista y las políticas neoliberales. Preludio de la los tiempos de oscuridad de la dictadura militar sectores juveniles del peronismo, con infantilismo e irresponsabilidad, levantan la consigna de profundizar las contradicciones. O sea cuanto peor, mejor. Conclusión: vinieron Videla y Martínez de Hoz.
Transcurridos 38 años de Democracia, desde la épica convocante de Raúl Alfonsín, las deudas en materia económico-social muestran un aplazo de la dirigencia política argentina. Creció menos que los países de la región; el PBI por habitante será menor al de comienzos del siglo XXI. Números, previos a la pandemia, que nos hablan de una desigualdad social de diecinueve veces entre el 10 % más pobre y el más rico de nuestra sociedad. Con una degradación en nuestra calidad de vida tanto en educación, salud y seguridad aunque consolidando las instituciones de la democracia luego de 50 años de inestabilidades constitucionales y de violencia. Una democracia que no halló el rumbo económico atenazada y polarizada entre dos proyectos. Por un lado el populismo que apuesta al cortoplacismo, cuya droga es el déficit y la inflación. Por otro las políticas neoliberales cuya droga es el endeudamiento, terminando desde la apertura y la desregulación, profundizando la desnacionalización y la desindustrialización de nuestra economía.
Certidumbre, previsibilidad y racionalidad se necesita en un contexto internacional de acechanzas, profundizadas por la pandemia, a las democracias y a la convivencia pluralista y pacífica. En este escenario se produce un nuevo acuerdo con el FMI que será sometido al debate en el Congreso. Tres procedimientos son fundamentales en las reglas del funcionamiento de la democracia representativa: 1) la deliberación; 2) la negociación; 3) la votación. La discusión y el debate enriquecen a las democracias. Es legítimo cuestionar y plantear dudas sobre la historia entre el FMI- Argentina y los países con economías en vías de desarrollo. Como afirma Terragno en su libro “La Simulación” el FMI finge ayudar y los gobiernos también simulan. Son las cartas con las que les “toca jugar” en esta etapa del capitalismo a los gobiernos. Le corresponde al Poder Legislativo, como órgano fundamental de la representación popular, aprobar o rechazar en una votación el acuerdo. Cada fuerza política debe asumir su responsabilidad. Décadas atrás Max Weber nos enseñaba sobre la ética de la responsabilidad del buen gobernante que entra en contradicción con la ética de las convicciones. No asumir la responsabilidad de gobierno, como promueven sectores del Frente de Todos, es un salto al vacío. Vendrá la disparada del dólar y se agudizará el faltante que necesita el funcionamiento de nuestras industrias incluidos laboratorios y farmacéuticas; habrá un alza de la inflación pronunciada; imposibilidad de acceso al crédito privado y al que nos otorgan los organismos internacionales.; falta de financiamiento y consiguiente caída de nuestras exportaciones; parálisis de obras de infraestructura. O sea, estancamiento con mayor recesión aumento del desempleo y la pobreza; limitando fuertemente la capacidad del Estado para fijar políticas públicas. Seguramente la crisis y enfrentamientos dentro del gobierno se traducirán en problemas para la gobernabilidad. Aparece, nuevamente como en otras etapas de nuestra historia, una confluencia entre los sectores de izquierda –Del Caño, Bregman- con los neoliberales –Milei y Espert- rechazando el acuerdo. Desde Juntos por el Cambio solo corresponde acompañar facilitando la aprobación del acuerdo con la responsabilidad de una fuerza de gobierno, que gobernó y aspira a gobernar. Dando el debate dentro de la fuerza frente a halcones que, soñando con un “revival menemista”- apuestan a “cuanto peor, mejor”.
Discutió el Congreso, marzo de 1986, como debía la naciente democracia encarar el problema de la deuda externa y obviamente surgió la relación con el FMI. Allí un joven diputado Baglini elaboró su célebre teorema sobre la distancia con el poder y las promesas demagógicas. Textualmente afirmó Baglini en el debate: “…Ella indica que la ligereza de las posturas sobre la deuda externa es inversamente proporcional a las posibilidades de acceso al gobierno de un partido político determinado. Es decir que a menor posibilidad electoral de ser gobierno, más ligereza en el planteamiento”. En ese mismo debate un oficialista diputado Moreau se preguntaba, impulsando el debate de cara a la sociedad, cuáles son las propuestas alternativas y cuestionaba la moratoria unilateral que levantaban sectores del peronismo. Debate que se dio sin limitaciones de tiempo en el uso de la palabra y con la participación de ministros y secretarios de estado que fueron interrogados por los diputados nacionales.
Corsi e ricorsi la opción política es como ayer: “el que gana gobierna, y el que pierde ayuda” asumiendo la responsabilidad de gobierno o “profundizar las contradicciones” y apostando al caos.
* Diputado Nacional (MC)