sábado 30 de septiembre de 2023 - Edición Nº4143
Noticias de la Aldea » INFORMACIÓN GENERAL » 3 nov 2015

Todos debemos ser adoptados *


Por:
Carolina Jones/Gricelda Moreira

El lunes 1° de noviembre, cerca de las cuatro y veinte de la tarde una pareja llega a la estación de servicio de Directorio y Lisandro dela Torre, en Mataderos. Ella camina mal, dolorida y tomándose la parte baja del vientre. Cursa un embarazo avanzado y evidentemente se encuentra en trabajo de parto. Él se acerca a una empleada y le pide la llave del baño. Entra allí sola –anónimamente, sin pedir ayuda, puesto que lo que está por hacer la avergüenza demasiado- y en pocos minutos, en ese reducto, da a luz a una beba. Corta el cordón como puede, la mete en una bolsa de basura y sin mirar atrás, allí mismo la deja. Desde las cámaras de video vemos cómo se reúne nuevamente con su pareja, él la abraza y se van caminando del lugar.

Un rato más tarde, una empleada de la estación de servicio es llamada a limpiar el baño y, en ese trance, observa que la bolsa negra se mueve. Así es descubierta la niña, que a pesar de la hipotermia y el cordón sin cortar sobrevive con salud y se repone en el Hospital Santojanni al que fue trasladada, donde recibió el nombre de Faustina, nombre que le dieron las enfermeras y los médicos que la asisten.

Los canales de televisión del país agotarán estas imágenes hasta el hartazgo, se regodearán en los detalles más mórbidos para cautivar a su audiencia. Y la sociedad entera, decorosamente horrorizada.

Sartre dijo que el miedo que tiene el ser humano a caminar por un desfiladero no es por la posibilidad de resbalar y caer, sino por la atracción que ejerce el vacío, por la tentación de dejarse caer voluntariamente en él.

En ese horror –el mismo que inmortaliza Conrad: “el horror… el horror”- encontramos patente esa tentación que ejerce el vacío, pero haciendo eco en toda la sociedad. En los “¡¿cómo pudo?!” se esconde la insoportable verdad de que en la especie humana, no hay instinto materno… lo que se dice instinto, instinto.

De ser así, ¿cómo explicaríamos los 110 bebés abandonados en la vía pública durante el año 2013 y mitad del 2014[1]? A esa estadística habría que sumarles la cantidad de bebés abandonados en los hospitales donde acaban de nacer, en cuyo caso la estadística crece. Es cierto que son casos aislados, pero para muestra basta un botón, y todos estos casos nos demuestran que el instinto materno es sólo un mito que funciona tranquilizando –al tiempo que obligando y performateando- a la sociedad en pos de la continuidad de la especie. Y no hace falta ir tan lejos. Los consultorios de los analistas son testigos de relatos de madres en los que los hijos molestan, incomodan, agotan y hasta sobran en las vidas de las madres. En la vía pública, ¿cuántas veces somos testigos de madres que esperan a que cambie el semáforo con el cochecito sobre la calzada, rozando a los autos que doblan? O madres (y también padres, claro está) que llevan a sus hijos en el asiento de delante de su auto “¡porque lo quiero tanto que no me quiero separar!”. Evidencias sobran.

Retomemos el camino freudiano: Freud tenía razón al afirmar que todo instinto está perdido en el ser humano, en cuyo lugar aparece el concepto de pulsión. Mientras el instinto es propio de lo animal y fija una secuencia causa-efecto, fija un objeto a cada necesidad (si hay hambre, se caza; en período de celo, se busca el apareamiento), la pulsión, en cambio, es propia de lo humano y radica en la imposibilidad de una satisfacción completa que logre la homeostasis, y en consecuencia, en la tensión constante hacia una satisfacción siempre parcial, ya que nunca se satisface por completo.

“A partir de la postulación del concepto de pulsión, se generan enormes consecuencias. Por un lado, el psicoanálisis rompe con la idea de determinismo, ya que no hay un camino instintual prefijado para la especie humana, aunque sí hay determinaciones más o menos modificables que lo ubican, lo sujetan y lo potencian a la vez.

Por otro, da por tierra con cualquier intención de generalización y cualquier aspiración de normatividad; en el mismo punto en que la pulsión carece de objeto predeterminado, no hay objeto “normal” posible.”[2]

Por eso, hablar de madre “normal” hace agua por donde se lo mire. Y si miramos más de cerca –o quizás más de lejos, cambiando el punto de vista-, damos por sentada la identidad del binomio mujer-madre, como si una no se lograra sin la otra. Diversas teorías feministas -haciendo base en el puntapié inicial del psicoanálisis- nos han permitido reorientar la mirada, cuestionando esta supuesta “realización” de la mujer con la maternidad. Del mismo modo, las familias homoparentales nos demuestran que entre mujer y madre podría haber un abismo. Es que la maternidad –como la paternidad- es una función, que consiste en enlazar el deseo a un hijo, a cada hijo y considerarlo único. Por otro lado, la función paterna lo inserta en un universo reglado, en el cual, cada hijo, además de único, ante la ley será uno más. Funciones que no dependerán de quién las encarne, sino que consistirán en “humanizar” a ese cachorro humano e insertarlo en el universo simbólico propio de su especie, propio del lenguaje. Funciones que se encarnan en quien ponga, aunque fuera brevemente, su deseo en ese niño, en este caso en Faustina, rescatada, acunada y nombrada por empleadas, médicos y enfermeras consagrados a su cuidado. Para ellos, Faustina no es una más.

La noción de paternidad o maternidad es claramente independiente de la definición biológica, entendida como progenitor, la relación entre madre e hijo se construye, en el mejor de los casos somos adoptados, incluidos y nombrados como hijos de...

La mujer que ingreso a ese baño dejó caer de su vida y su linaje a un bebé, engendró y parió una criatura; pero Faustina tendrá la oportunidad de ser enlazada, incluida y amada por otro u otros.

De lo que se trata, entonces, es de que alguien encarne las funciones materna y paterna para con ella. Y aquí ingresamos una vez más todos nosotros como sociedad, no como espectadores de las imágenes que insisten, sino del lugar que decidimos darle a temas como el aborto y la adopción legal que facilite el encuentro entre tantos niños en estado de orfandad con adultos responsables y dispuestos a ahijarlos.

*Psicoanalistas y autoras del libro” La deconstrucción del Sexo. ¿Ser hombre, ser mujer?: pregunta equivocada.”



[1] Según datos proporcionados al diario Clarín por el Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes porteño y porla Secretaría de Niñez y Adolescencia bonaerense volcados en el artículo “Cada cinco días un bebé recién nacido queda abandonado”, del 16 de noviembre de 2014.

[2] Jones, Carolina y Moreira, Gricelda: La deconstrucción del sexo. ¿Ser hombre, ser mujer?: pregunta equivocada.

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