Nuevas formas de nacer
Lic.Gricelda Moreira *
Hace unos meses atrás un titular en los diarios, conmovía con la noticia de una embarazada que después de siete semanas de haber sido declarada con muerte cerebral, daba a luz a un bebé en EEUU. Esta no ha sido la primera ocasión que esto acontece, por lo cual resulta interesante reflexionar al respecto.
La ley 24.193 modificada por la 26.066 de Trasplantes de órganos, establece que la muerte encefálica implica la ausencia irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia, inactividad encefálica, ausencia de respiración espontánea, ausencia de reflejos cefálicos; lo que habilita a la ablación de órganos para su donación. Es a partir de este diagnóstico de muerte, que resulta lícita la donación de órganos, acto que es considerado de generosidad y altruismo hacia un ser humano absolutamente desconocido.
Dicho esto ¿por qué nos resulta difícil asimilar la situación planteada?, ¿acaso no hemos sido capaces de desmembrar el cuerpo para mejorar la calidad de vida o para permitir la vida de otro ser humano?
¿Cuál es el concepto de cuerpo que estamos manejando? Hemos transitado un largo camino y hoy nos enfrentamos a un nuevo estatuto epistémico del cuerpo.
En consonancia con ello, el avance de la ciencia y en particular la medicina ha dejado de tener como objetivo curar el cuerpo enfermo para ser una disciplina que permite la modificación tecnológica del cuerpo humano mediante la biogenética y la biotecnología -trasplantes, prótesis, implantes- son un claro ejemplo de ello.
Hasta la muerte se ha vuelto controlable lo que remite a pensar la diferencia entre lo natural y lo artificial.
Nuestra cultura occidental y judeo -cristiana junto con la dualidad cuerpo y alma, ha dado lugar a un entramado de bifurcaciones entre lo natural y lo artificial, entre las máquinas y los humanos; dejándonos sin argumentos ante el vertiginoso desarrollo tecnológico.
Pero más allá de nuestras posiciones al respecto, es un hecho, que el hombre ha dejado de ser algo natural y ya no podemos pensarlo desde estos conceptos dicotómicos.
Por otro lado es válido preguntarse por el niño que nace de una mujer muerta y sus efectos psíquicos.
Y claro está que en nuestro simbólico es difícil de aprehender esta situación, pero lo que no podemos, es asegurar que este sea un hecho que provoque por sí mismo alguna patología “congénita-psíquica” si puede postularse válido este término, como si el sujeto estuviera predeterminado por las circunstancias que rodean su nacimiento.
En el mismo sentido los efectos que provoque en un niño haber sido concebido artificialmente, dependerán de múltiples circunstancias y en particular de la mirada que el “otro” le devuelva, lo mismo sucede con el niño nacido de un cuerpo sin vida.
Para el psicoanálisis el universo simbólico es esencial para la humanización y determina la aparición del inconsciente. Es decir, el sujeto a advenir es producto de la transmisión que recibe de quien lo adopta como hijo, es por ello que se habla de función materna y función paterna, independientemente de coincidir o no con los progenitores. En conclusión no hay certezas de su futuro emocional o psíquico, su destino es impredecible de antemano.
Estas noticias nos confrontan ante la pregunta por los límites éticos de los avances de la ciencia. Quizá la dificultad está planteada porque aún somos hombres y mujeres de la modernidad determinados por la subjetividad y transitando la postmodernidad.
*Psicoanalista. Secretaria Bioeticar Asociación Civil/ @GrupoBioeticar